10 jul 2009

Nota 2

La dualidad del Ser Humano radica en la eterna batalla entre lo que uno es (según los demás) y la imagen que uno tiene de si mismo.
Producto de esta inconformidad nos modificamos para complacernos; deformamos nuestros sentimientos o redireccionamos nuestas metas para auto-convencernos de que nos agradamos.
Modificamos nuestro cuerpo y nuestros gustos para aceptarnos y sentirnos aceptados, con el propósito de aligerar el peso de nuestra existencia.
Suprimimos instintos y pensamientos para que el yo y la imagen del yo sean lo menos lejana posible, para que al menos, se soporten entre ellas.
A esto lo llamo la auto-domesticación del yo. Y el método que utilizamos es auto-complaciente (una mezcla de placebo y anestesia) y su objetivo es suprimir los conflictos internos que experimentamos regularmente, pero que no obstante crean inseguridades y vacíos más grandes que los que intenta remediar.
Este fenómeno, a mi manera de ver, busca impedir que se dé un conflicto en la persona, distrayendo su atención de la pelea, haciéndolo que mire hacia otro lado. Es decir, sitúa al espectador-réferi fuera del campo de la batalla para que no atienda al combate; y sin combate no hay pelea y sin pelea no hay conflicto y por lo tanto tampoco existe contradicción. Ya que sin un público que observe a los contendores, nadie puede saber si hubo o no un combate, y por lo tanto es como que nunca hubiese existido.
Vivir en la dualidad del ser humano es, precisamente, habitar en el interior de la contradicción y aceptar esa dualidad (o multiplicidad). Aunque no es un ejercicio nada fácil y placentero, propongo no desviar la mirada de nuestros conflictos, paradigmas o como quieran llamarlos. Quedémonos a presenciar y ser parte de la vorágine de dolor, del espectáculo cómico, del absurdo, de la reflexión y del aprendizaje, del consuelo y del desconsuelo que nos provoca la contradicción. Seamos jueces y espectadores, luchadores y alcahuetes, seamos el circo y el dueño del circo. Dejemos que los varios yos habiten en uno solo, y se muelan a pedazos… quien sabe.

8 jul 2009

Nota 1

¿Cuántas veces tenemos que humillarnos para sentirnos humanos?